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El utilitarismo es una filosofía moral construida a fines del siglo XVIII por Jeremy Bentham, que establece que la mejor acción es la que produce la mayor felicidad y bienestar para el mayor número de individuos involucrados y maximiza la utilidad. Esta es la primera versión del "utilitarismo", no la más generalizada actualmente.
Otro filósofo que desarrolló este concepto fue John Stuart Mill en su libro El utilitarismo en 1863. Parte de que todo ser humano actúa siempre —sea a nivel individual, colectivo, privado, público, como en la legislación política— según el principio de la mayor felicidad, en vistas al beneficio de la mayor cantidad de individuos.
La "utilidad" se define de varias maneras, generalmente en términos del bienestar de los seres humanos. Bentham la describió como la suma de todo placer que resulta de una acción, menos el sufrimiento de cualquier persona involucrada en dicha acción. En la economía neoclásica, se llama utilidad a la satisfacción de preferencias, mientras que en la filosofía moral, es sinónimo de felicidad, sea cual sea el modo en el que esta se entienda. Esta doctrina ética a veces es resumida como "el máximo bienestar para el máximo número".
Es una versión del consecuencialismo, al considerar que solo las consecuencias de una acción son un criterio a observar para definir moralmente si esta es buena o mala. A diferencia de otras formas de consecuencialismo, como el egoísmo, considera los intereses de todos los individuos por igual. Mill se otorga, en la evaluación moral de los actos, la misma importancia a sí mismo que a los otros. En este sentido, se remite explícitamente a la regla evangélica: "Trata a tu prójimo como a ti mismo". Este precepto sería una primera formulación de la máxima utilitarista bien comprendida.[1]
No señala únicamente cómo proceder ante un dilema moral, sino también sobre qué problemas pensar, dado que los problemas que considera van más allá de las consecuencias a un futuro a corto plazo, atendiendo a los efectos de decisiones tomadas para personas que todavía no existen, ya que nuestras acciones tendrían un impacto potencial en estas.[2]
Se destacan otros utilitaristas como William Godwin, James Mill y Henry Sidgwick.